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Hernán Hernández Kcomt

Poeta y artista visual

Trujillo, 1987

Hernán Hernández Kcomt
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INTRODUCCIÓN

Sobre el autor

Hernán Hernández Kcomt

Biodata   / Hernán Hernández Kcomt

 

Hernán Hernández Kcomt (Trujillo, 1987). Comunicador y fotógrafo, egresado del Centro de la Imagen y licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UPAO, actualmente cursa la Maestría en Historia del Arte en la PUCP.  Ha publicado el poemario Herencia del Día (2019), mención honrosa en el concurso de cuento de la II Feria Internacional del Libro de Trujillo (2005) y cuatro de sus poemas aparecen en la antología de poesía tusán Hojas sobre las raíces (2022). Ha sido además ganador del concurso Pasaporte para un Artista (2019) y Mención honrosa en el Premio Nacional de Artes Visuales de Trujillo (2018), así como finalista en el III Salón Nacional de Fotografía (ICPNA, 2012) y las Becas Roberto Villagraz (EFTI, 2013), ambos con el proyecto Historias de Familia, inspirado en la memoria y los vacíos en su ascendencia china. Ha participado en diversas exposiciones colectivas, así como en las individuales System/Sypmtom/ Synthesis (Alianza Francesa de Miraflores, 2022) e Imposición/Imposible Traducción (Museo Qorikancha, 2017). 

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Testimonio sobre la ascendencia China

por Hernán Hernández Kcomt


Escuchar Testimonio

Soy bisnieto de Arturo Kcomt y Adela Sánchez. Arturo, cuyo nombre original era Kam Key Chiu (甘其釗) llegó de Zhongshan en los primeros años del siglo XX y aparece en los registros como el primer migrante de mi apellido original (甘) en el Perú. Su esposa era tusán, probablemente descendiente de culíes, pero con un apellido chino ya perdido a lo largo del tiempo. Tengo, sin embargo el recuerdo muy claro de sus retratos en blanco y negro en la sala de la de mis abuelos. Arturo aparecía ya con edad avanzada y un bigote que le daba un cierto aire de épica oriental, mientras que Adela conservaba una expresión triste y vulnerable, que parecía retener las huellas de las dificultades económicas y las continuas migraciones.   

Mi abuelo, Lorenzo, nació en Lima, pero fue llevado de niño, junto a toda la familia, a Hong Kong. Allí, me contaba, hizo el servicio militar en un periodo de gran inestabilidad social. Una tarde salió a comprar betún para sus botines, pero percibió una atmósfera especialmente intranquila en los alrededores del cuartel. Como Lot, se alejó caminando lentamente, sin volver la mirada hacia atrás, esperando ser en cualquier momento apresado como desertor. Sin embargo, al poco rato empezó un cruento enfrentamiento en el que probablemente lo contaron entre los fallecidos. Unos meses después, él volvía al Perú para trabajar en el norte del país.   

Allí, en Chepén, conoció a Sara Koo-Seng, mi abuela, quien había tenido un padre chino y una madre peruana. Del padre de ella no sabemos mucho, pues desapareció un día sin dejar rastro. Tras ello, la familia debió mudarse a Lima, donde trabajaron, gracias a los contactos de tíos y primos, en los restaurantes y bares de La Victoria. Precisamente, en ese tiempo, un primo segundo de ella era un futbolista aliancista de fama hasta la actualidad: Pedro Koo Choi Sarmiento. Tras este periodo de bonanza, mi abuela regresó al norte, donde conoció a Lorenzo y comenzó nuestra historia.

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Poemas & fragmentos
de escritos


01

Poema de invierno

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El Invierno no es el hielo que da la paz a los deseos

irreparables e imposibles, ojos muertos

que cobija con silencio entre sus manos

el musgo íntimo, entibiado de los sueños.

El Invierno no es el viento

de palomas que transportan las rasgadas auroras

como rosas clavadas en sus picos 

y en sus alas luminosas, en sus frentes, en sus pechos.

Invierno es 

ese frío fuego

ese río de acero 

que penetra por los huesos

que se clava por los cuerpos

que devora los pastos, los pasos, los cabellos

como los temibles remolinos, las sombras y los ecos

de lo innombrable y de lo ciego

  (en el Invierno vi

las blancas nieves de tu piel 

y de las mareas muertas de tus cabellos. En el Invierno vi 

la nieve como el viento

como corceles luminosos despidiéndose a lo lejos

a lo perdido 

y a lo incierto. Vi

la nieve 

como el bosque 

de lo podrido

de tanto olvido

tanto tiempo

y tanto tiempo.

El Invierno es sentir todo lo muerto

como los besos de un veneno

eterno descendiendo por los labios

y las sienes y los senos, circulando por las venas

y las mareas negras de lo odiado y del deseo.

El Invierno es ser este barco de naufragios

que soy yo 

(y que es mi recuerdo)

extenso y de espaldas como la noche y sus fragmentos

de ahogos y de espantos

y de silencios solitarios.

Invierno es tener el cuerpo destrozado

por los perros

los desgarros

en los cuellos y en los cuernos. En el cieno.

Invierno es ser este árbol

flagelado por las hachas de los hielos

y no poder defenderse y no poder correr

ni mirar hacia atrás, y no tener esperanza 

y no tener miedo.

Invierno es hundirse en este río

en este lago

en este océano

y ahogarse como un pez que se ha tragado el universo

con todas sus galaxias y con sus infinitas estrellas 

como las monedas que se abren de sus pechos.

Invierno es ver volar a las lechuzas

como el destino y como el viento

como la noche y como el tiempo

y escuchar los gemidos, los lamentos

del fiero austro de murciélagos sonrientes

y de rosas blancas, amaneceres ardientes.

Invierno es

ser Adonis 

y ser amado por los cielos

y ser devorado por los cerdos.

Invierno es 

ser cazador y ser la presa

es ser el viento

y ser el hielo y ser silencio

y ser el niño que imagina que es el viento y es el hielo y el silencio.

Invierno es

ser una isla inhabitada

y regar el suelo de cenizas

y no recordar

olvidar

y cerrar finalmente los ojos

y no ser nada

y no ser todo

y ser sólo blanco

y ser sólo negro

y ser sólo agua

y ser sólo muerto

y ser sólo hombre

y ser sólo fuego.

Invierno es estar muerto

para retornar alguna mañana con el tiempo.

 

 

Del poemario Herencia del día

 


02

Poema Mar

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Existe un Braille pequeñísimo en las páginas de un libro que se incendia eternamente.

Y una batalla para siempre perdida. Los frutos caídos de la vida.

 

Mar,

Existe una voz que resuena en la arqueología del laberinto cambiante de la memoria

En un recinto donde el tiempo fue depuesto

Y forma un río que regresa sobre sí mismo 

y se devora. Es aquel circular caníbal para siempre.

 

Existe una voz

Destinada a quienes no tienen oídos

Sino este temor como un abismo bajo el pecho

Agitado, palpitante por la jauría muda de los vientos

Y un aleteo de misterios que se elevan a la noche.

 

Mar,

Existe una avidez de dedos ciegos que persigue las puntas de tus letras

Como si se tratara del inicio de tus cabellos. 

Un arcoíris interminable en el desierto.

Allí donde, entre las rocas, soy una serpiente que canta 

Con su voz antigua de sirena, sus himnos y presagios de profeta

En los vestigios, las raíces de un naufragio

Y la silueta informe de tu sombra

Lejana 

La Pronunciación

Sólida / inasible

Traducción 

Insoluble / indescifrable  

 

De tu Palabra.

 

Mar,

Escribo una mitología con la resonancia antigua de tu nombre.

Remonto, inoída, una larga cadena de cuadrantes y de signos.

Leo, por las noches, un libro de arena con las páginas caídas.

 

 

Del poemario Herencia del día

 


03

Poema A mi padre

Escuchar

Sí, mi nombre es Hernán Hernández

como tú

he recibido mi ración de existencia y de errores.

De puertos. De norte. De ciudades en el desierto donde la civilización se engendra y se hunde.

 

La arquitectura oriental de mi rostro es engañosa. Y lo sabes

el barro del que estoy formado no es otro que el tuyo,

la sangre rabiosa que trajo tu padre de Abancay y de Ica – las raíces de la furia – 

Y de España, con toda su mitología.

 

Me heredaste los fines de semana y las aventuras en bicicleta – mi mejor recuerdo de la infancia – 

el aroma matutino de las redes y el pescado. El silencio

y algunas lecturas, la Ilíada y la memoria.

 

Y un don que es también un castigo:

el fuego divino del descontento,

ese anhelo punzante de lo perfecto,

tan parecido a la miseria y la nobleza.

 

Así es. Me llamo igual que tú, papá.

Hernán y Hernández.

Por eso, cuando alguien pregunta con media sonrisa por el redundante origen de mi nombre

no puedo sino pensar en la relación más difícil de todas,

la de la paternidad,

esa llama inextinguible, esa fatalidad y esa promesa.

El accidente y el desencuentro

y el volver a encontrarse, después de tantas vueltas,

ante un empolvado y consternado espejo.

 

Ahora que tu cuerpo quiere dejar de ser tuyo

debo advertirte, papá, que tu carne y tu sangre están aquí conmigo

resguardados y vivos, palpitantes

como heridas y tesoros.

Pues lo he comprendido – soy yo finalmente, entonces,

aquel tu remoto, incomprendido y pretérito yo

aquel hombre admirado, odiado, amado y compadecido

al que he hablado constantemente de tú

cuando debió haber sido un mudo, generoso nosotros.

 

Es aquél el grato silencio de los árboles, las raíces y los frutos.

 

 

Del poemario Herencia del día

 


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Publicaciones

Publicaciones

Herencia del día

Poemario

Agrupa quince poemas de temática miscelánea, algunos con cierta afinidad. A manera de introito, el liminar se inspira en su padre, fallecido a causa de una penosa enfermedad. El tributo filial brota de su memoria y sentimientos. La mayoría de los otros poemas proyecta una geografía interior plasmada como cuadros, pero muy lejos del descriptivismo objetivo. (Adaptado de la crítica de Jorge Chávez Peralta. Diario La Industria de Trujillo, 2019)

Hiato, 2019

Ver libro Herencia del día

Comentario
literario


Hernán Hernández Kcomt es autor del poemario Herencia del día (2019), al que pertenece el erótico “Como cuando somos un océano”, de pinceladas expresionistas, en que dos cuerpos se confunden en uno en movimiento de mareas: “de famélicas, voraces fauces que engullen hasta la asfixia el fruto negro de la Nada entre tus labios”. En ese mismo tono continúa el poema “Quererte”, de Hojas sobre las raíces, donde la voz poética busca su verdad en la comunión de los cuerpos amantes que se vuelven a fundir. Desde las imágenes del árbol del conocimiento del Génesis llegamos al yin-yang de la comunión de contrarios: “Porque eras el reverso de mi sombra / Y yo, el reverso de tu estruendo. / Y porque nacimos separados y moriremos separados / Pero somos una misma materia, / un mismo llanto / una misma mierda”. Otros poemas suenan a himnos panteístas con los que la voz poética se comunica con el mar infinito, los árboles centenarios, la luna o el sol poniente en busca de respuestas a preguntas amorosas o metafísicas. Poemas como “París”, por otra parte, dialogan con las lecturas del spleen en la bohemia de Baudelaire y con “El lobo hombre” de Boris Vian (o de La Unión).


Por: Ignacio López-Calvo